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Artículo #82

El paisaje del secano costero: una mirada estratégica

Por Tonci Tomic FEBRERO DEL 2021

El auge agrícola y más propiamente, cerealero del secano de la costa en el S. XIX y primera mitad del S.XX, se debió principalmente a razones de tipo territorial: no existían buenos accesos desde el centro hacia los puertos en la costa, y segundo, a razones económico-comerciales, siendo las más importantes, la apertura del mercado cerealero inglés y el aumento consiguiente de los precios, la reducción de los costos relativos del transporte marítimo y los buenos rendimientos relativos del cereal, que junto con el bajo valor de la mano de obra, determinaba un bajo costo de producción relativo. Además, Chile tenía la ventaja, en esa época, de ser uno de los pocos productores de cereales del hemisferio sur, junto a Argentina y Australia. Todo esto, diríamos hoy día, determinó que el país fuese crecientemente competitivo en la producción de cereales, particularmente trigo.

Texto destacado

Chile tenía la ventaja, en esa época, de ser uno de los pocos productores de cereales del hemisferio sur, junto a Argentina y Australia.


Con respecto a esto último, para tener una idea de la magnitud de la expansión, si bien no hay estadísticas confiables para la época, respecto de la masa ganadera afectada por la expansión cerealera, para 1863 existen registros en torno a un millón de cabezas aproximadamente, este valor para 1870 se había reducido a 270 mil. Esta situación se mantuvo hasta prácticamente fines del S. XIX, fecha que marca en cierto modo el equilibrio en el mercado de cereales (trigo) y se inicia la fase del auge ganadero, el cual favorece principalmente a países como Argentina y su extraordinaria “pampa húmeda”, en el que Chile prácticamente no participa. De hecho, es un importador neto de carne desde Argentina. No obstante, el secano de la costa central, para esa fecha ya había removido parte significativa de la cubierta vegetal original, básicamente arbustiva, y siguió produciendo cereales, con una caída sistemática de los rendimientos, que sólo han sido en parte compensados por la adición de fertilizantes en forma artificial.

Esta forma de uso de los recursos naturales -a la cual subyace una forma de ocupación social y económica de este espacio agrícola- continuó por mucho tiempo más, aunque con diferentes grados de intensidad. Del período moderno, caracterizado por la introducción del modelo del tipo “revolución verde”, que sin dudas trajo buenos resultados productivos en la zona central de riego, también se aplicó en las áreas de secano, obviamente sin mayor éxito ya que no cumplía los requisitos mínimos del paquete tecnológico en boga, cual es, disponer de agua de riego de manera regular.

Este tipo de enfoque ha llevado a implementar un sistema de manejo de los recursos naturales, que ha conducido al agotamiento de los mismos, y la base tecnológica de la modernización agrícola no ha tenido respuestas productivas adecuadas, convirtiendo este territorio en un área marginal de desarrollo agropecuario. Es decir, el proceso de modernización del país en general y el de la agricultura en particular, no consideran esta zona, como parte de su eje estructural (lo mismo podría decirse de las III y IV regiones, (salvo los valles regados); precordillera andina; las regiones australes XI y XII; Chiloé, entre otras.

En este contexto, el desarrollo agropecuario se trasladó a los valles regados del centro del país, con un auge espectacular de la fruticultura. A la par que el secano, fue perdiendo peso en su importancia sectorial, avanzado hacia un abandono creciente. Hasta que en los años ochenta se inicia el desarrollo forestal de esta zona, basado en el D.L. 701 de fomento forestal, que generó varias dinámicas, unas positivas y otras. no tanto.

Aunque resulte obvio, el “problema agrícola” del secano, es que carece de agua. Por lo tanto, hay que proponer un manejo agropecuario, que considere el agua suministrada por la lluvia y el rocío, dejando de lado los esfuerzos de suministrar agua artificial, con poco destino, por tratar de convertir el secano en riego.

Para el desarrollo del secano hay que observar cuatro áreas potenciales:

A. Desarrollo forestal, en la zona del secano costero sur hacia las regiones VII y VIII, donde las precipitaciones anuales son mayores.

B. Desarrollo agropecuario en base a cultivos de secano, especialmente mediterráneos, como la vid, almendros y olivos, en la medida que se obtengan productos de alta calidad y diferenciados por su origen (vinos y aceite) entroncados en su historia. La ganadería ovina debería predominar, generando también un buen producto, en base a un manejo del tipo “range land management” para optimizar la producción de pastos.

C. Desarrollo de actividades rurales no agrícolas como: pesca, servicios ambientales, recreación, actividades agro culturales y turismo rural, principalmente. Y todos los encadenamientos productivos que este tipo de negocios implica, en cuanto a transporte, guías turísticos, cabalgatas, alojamiento, alimentación, etc.

D. La restauración ambiental es un tema central, en especial en aquellas zonas donde el mal manejo generó destrucción del bosque nativo, erosión de suelos, deforestación de quebradas; pérdida de aguadas y cobertura vegetal. Si existe el principio de: “el que contamina-paga”, el principio contrafactual, es: “el que conserva-cobra”.


Estructurar una política de manejo de los recursos naturales, poniendo una fracción significativa de los esfuerzos en recuperar el paisaje “natural”, vale decir, conducir una política, que en su base signifique una “reconstrucción hídrica y vegetacional“, que se sostenga y construya sobre la base de la realidad social y cultural de los habitantes del secano de la costa, siendo ellos los principales involucrados y beneficiados de este proceso, además de todo el país, por el esfuerzo de recuperación ambiental que ello significa.

Desarrollar una política de ocupación, manejo y ordenamiento del espacio que comprende el secano de la costa, que se conciba a partir de su articulación productiva, social y territorial, en el macro del espacio regional y nacional. Apostar con fuerza a la consolidación de ciudades intermedias, su conectividad con los centros urbanos nucleares y al fortalecimiento de las economías locales.