Artículo #61

El Valle de Putaendo: Una ventana al pasado del vino chileno. Parte I
El fenómeno de la “transformación espacial†del Valle de Putaendo, fue advertido por primera vez, con su caracterÃstica prolijidad de investigador, por Rafael Baraona, geógrafo e historiador de la Universidad de Chile, en su obra publicada en 1961, junto a sus colegas Ximena Aranda y Roberto Santana: “Valle de Putaendo, Estudio de su estructura agraria†. En dicha obra, sin lugar a dudas la más completa y documentada que existe aún hasta nuestros dÃas en la materia, se señala: “La disminución del área destinada a viñas en Putaendo es el reflejo de un proceso general que se observa particularmente en el sector norte del Chile Central. Se revela por una tendencia bien marcada hacia la concentración en gran escala; la producción se ha trasladado desde las áreas marginales, con numerosas viñas de poca extensión, a las grandes viñas comerciales establecidas en la segunda mitad del siglo XIX, ubicadas en los terrenos regados del Valle Central e inmediatamente al sur de de la ciudad de Santiago."
Texto destacado
El Valle de Putaendo tiene una historia truncada por el destino. Uno de aquellos ejemplos que inspiran la melancolÃa, allà donde la historia decidió pasar por otra parte.

En efecto, cuando la vitivinicultura solÃa ser una fuente de alimento y bebidas domésticas, más que otra cosa, no existÃa un centro que aglutinara su producción en forma masiva, fenómeno que dio origen a las primeras explotaciones vitivinÃcolas de manera independiente, y a pequeña escala, allà donde se iban estableciendo las marcas de la civilización hispánica en el Reino de Chile, como por ejemplo: Copiapó y Huasco en el extremo norte, BÃo-BÃo e Itata en el extremo sur, y los valles de Quillota, Putaendo o el secano costero del Maule, zonas que abastecÃan a la pequeña minerÃa de los alrededores y a la población local. Una vez que se hubo instalado el nuevo paradigma vitivinÃcola en Chile, tras la incorporación de técnicas y cepajes franceses durante el siglo XIX, fueron justamente este tipo de zonas, las que debieron pagar el costo alternativo de la modernización.
Nadie pensó en atraer enólogos ni arquitectos franceses a Putaendo, ni incorporar tecnologÃa, y menos hacer de la vitivinicultura putaendina una empresa de exportación, como si ocurrió en lugares como Isla de Maipo, Pirque o Puente Alto, y otros en el Valle de Colchagua, donde la industria del vino se desarrolló bajo el nuevo estándar francés, con cepajes, bodegas y hasta mansiones con sus impresionantes jardines, traÃdas desde el corazón de Francia.
Si en lugares como en Itata, BÃo-BÃo y el Maule está la historia, en Putaendo está la arqueologÃa del vino chileno. Una especie de patrimonio relicto que nos habla de los tiempos en que el vino permitÃa sobrevivir dentro de la precariedad de la Era Colonial. Los tiempos en que era más confiable tomar vino que agua, y su dimensión religiosa le otorgaba un sitial sagrado para los cristianos. De esta manera, entre los cerros y las antiguas acequias, fueron quedando semi-olvidadas antiguas parras como testimonio del pasado vitivinÃcola, o bien pequeñas explotaciones familiares que no superan la media hectárea – superficie que las hace formalmente invisibles al catastro del S.A.G.
Según Baraona: “las viñas putaendinas combinaban la producción para autoconsumo y venta de uva de mesa, con la producción de chicha, vino y aguardiente. Las vides de uva de mesa que subsisten en el valle, forman parrones que son parte de los huertos, y sirven para la preparación ocasional de chicha, lo que aparentemente escapa al control fiscalâ€. Respecto al desarrollo de la vitivinicultura en el Maipo, y cómo está afectó al consumo de vinos en Putaendo, Baraona señala: “Los mecanismos de mercado y distribución de vinos –centralizados en la capital- han extendido su influencia a gran parte del paÃs, poniendo fin, prácticamente, al consumo de vinos producidos localmente. En Putaendo la mayor parte del vino consumido procede de bodegas de Santiagoâ€.
Situación que Baraona hacÃa notar hace cuatro décadas, y que se ha visto reforzada en la actualidad, en conformidad con la consolidación de una industria nacional de vinos, hoy una de las más grandes del mundo. En sus mejores tiempos, como señalan los autores de la obra “Valle de Putaendo, Estudio de su estructura agrariaâ€, las viñas antiguas de la zona estaban bien protegidas por muros altos o tapias, como lo atestiguan diversas referencias propias del lugar, tales como: “la tapia de la viñaâ€, “la viña cercada de tapiasâ€, “una viña toda tapiada†y “un cÃrculo de tapia, en el cual se halla una viñitaâ€. Protección que, según los autores, muestra la importancia económica de los viñedos. Asimismo, en sus observaciones originales, Baraona y los demás investigadores señalaban, hacia 1961: “Muchos de estos sitios tapiados subsisten todavÃa, aunque desprovistos hoy de viñas, y constituyen un elemento conspicuo en el hábitat rural de Putaendo; los planteles de frutales y los potreritos de alfalfa han reemplazado en ellos a las viñasâ€. Más de cuatro décadas después, no sólo es posible apreciar las indicaciones señalas por los investigadores en su obra, sino que además, son perfectamente aplicables en el presente, como una muestra irrefutable de que el tiempo transcurre más lento en el Valle de Putaendo.
(Imagen gentileza de Turismo Putaendo)