Artículo #42

Carretera hÃdrica vs agua desalinizada: El sentido de realidad
La enorme cantidad de información y opiniones que circulan por las redes sociales y la deslegitimación de ciertos órganos claves de la sociedad, ha determinado que cada uno construya su propia verdad, no la contraste con nada ni nadie y la proclame como si fuera una revelación. En el caso del agua, tenemos varios ejemplos: “No es sequÃa es saqueoâ€; “Las paltas son las responsables de la escasez de aguaâ€, “Los derechos de aguasâ€; “El cambio climáticoâ€. Probablemente todas sean parcialmente verdad, pero ninguna es la verdad absoluta. Antiguamente, este “debate†lo zanjaba la dirigencia polÃtica, la academia, la iglesia para algunos y/o la prensa. Hoy, en cambio, esa suerte de verdad consensuada es muy difÃcil de lograr, porque las organizaciones encargadas de hacer tal sÃntesis -polÃticos y prensa- están cuestionados y la academia, a ratos, parece más interesada en las consultorÃas que en los grandes temas nacionales. La carretera hÃdrica es una de esas verdades parciales. Comencemos por decir que no es un tema nuevo.
Texto destacado
En el caso del agua, tenemos varios ejemplos: “No es sequÃa es saqueoâ€; “Las paltas son las responsables de la escasez de aguaâ€, “Los derechos de aguasâ€; “El cambio climáticoâ€.

Ya en el gobierno del presidente Allende, la Dirección General de Aguas habÃa concebido proyectos de este tipo, que abarcaban desde el Maule al Elqui.
Pero, no pasaron de ser buenas (o no tan buenas) ideas. Durante el segundo gobierno de la presidenta Bachelet éramos visitados frecuentemente por promotores de este tipo de proyectos. Puedo recordar un canal que trasvasarÃa aguas desde la cuenca del BiobÃo hasta el Elqui, por medio de una tuberÃa submarina que correrÃa paralela a la costa, en el mismo tramo.
¿Por qué estimamos que estos proyectos eran de muy complejo desarrollo? En primer lugar, existe un problema técnico-energético: mover grandes volúmenes de agua por una distancia aproximada de mil km; es un problema que teóricamente se puede resolver, pero que no deja de plantear riesgos en su implementación, en que, además, hay poca experiencia internacional.
En segundo lugar, está el tema polÃtico: tomar la decisión de destinar una suma significativa -más de 20 mil millones de dólares- a este tipo de proyectos y no hacerlo a salud, educación o previsión social, por mencionar sólo tres temas sensibles.

En tercer lugar, tenemos el problema económico: no se sabe realmente cuáles son los beneficios y los riesgos de este proyecto; por ejemplo, cuánto será el costo del agua de esta carretera hÃdrica, en cualquiera de sus versiones.
También la naturaleza nos puede presentar un problema: ¿Qué ocurrirÃa si en los lugares que proveerÃan el agua, i.e. BiobÃo, comenzara a bajar la disponibilidad de ésta? Y, por último, hay un problema jurÃdico: ¿con qué derechos de agua se van a hacer estos trasvasijes? Y un eventual conflicto polÃtico, ya que los agricultores de los posibles lugares que proveerÃan el agua, muy probablemente, se opondrÃan a esta solución.
Todos los puntos anteriores naturalmente, se pueden analizar y resolver, pero esto se da en un contexto especÃfico que es la geografÃa de Chile. Un paÃs con una costa extensa, donde la actividad agrÃcola se desarrolla a una distancia de entre 50 y 100 km de dicha costa, en promedio, y a una altura sobe el nivel del mar -también en promedio- del orden de los 500 metros.
El sentido de realidad
Además, en un paÃs que ha sido descrito como “la Arabia Saudita de la energÃa solarâ€, la cual ha venido reduciendo sus costos de manera sostenida (todo indica que seguirá esa tendencia) y de la que los propios agricultores pueden autoabastecerse instalando paneles en sus campos, en suelos de baja calidad agropecuaria.
En consecuencia, el sentido de realidad nos indica que, en las zonas agrÃcolas de escasez hÃdrica, esto es básicamente entre las regiones de Atacama y Metropolitana, lo lógico es pensar en la desalación de agua de mar. Esta solución, por razones geográficas y de energÃa solar se ve muy factible y además la oferta de agua de mar tiene un bajo riesgo de provisión.
El procedimiento es relativamente simple, sobre todo si se lo compara con otras soluciones. Se trata de desalar agua y llevarla (subirla) a algún punto de acumulación (embalses) en la cordillera de la costa, frente a la zona de uso (cuencas de Huasco, Elqui, LimarÃ, Choapa, Petorca, Ligua y otras) a unos 700 metros sobre el nivel del mar. Esto permitirÃa tener agua durante todo el dÃa y todos los dÃas (y no solo en las ocho horas de sol) y además se tratarÃa de agua energizada, esto es que el agricultor no necesita energÃa para regar.
Para imaginar un caso concreto de suficiencia hÃdrica podemos considerar, con base en el dato anterior, la situación de los valles de La Ligua y Petorca, hoy con una significativa superficie de paltos y cÃtricos de exportación desde hace mas de 10 años con una severa escasez de lluvias. Se trata de cuencas sobrexplotadas de escorrentÃa invernal, que no llegan a la cordillera de los Andes; sólo tienen agua en invierno y ello, por supuesto, en los años que llueve. Instalar este sistema les proporcionarÃa la ventaja de contar con agua de una nueva fuente (el mar), de abastecimiento regular todo el año y en mayor cantidad, lo que les permitirÃa liberar agua de para otros usos, eventualmente otros cultivos.
Técnicos israelÃes estiman que 5 mil MT3 por hectárea de frutales al año son suficientes para un sistema de riego eficiente sin restricciones. Para nuestro paÃs y teniendo en consideración las ineficiencias normales, podrÃan estimarse como suficientes 6 mil MT3/has/año. Si se consideran mil hectáreas plantadas con frutales en el valle de Petorca y dos mil en el de La Ligua, esto es tres mil has. en total entre ambos valles, se requerirÃa una capacidad de acumulación de 18 millones de MT3 por año. Si se utilizara el sistema que estamos proponiendo aquÃ, se deberÃa acondicionar una hondonada natural en la cordillera de la costa frente a estos valles, para acumular ese volumen, e instalar el sistema básico de aducción y distribución.
(*) Sobre el autor:
Tonci Tomic Jakas.
Agrónomo, Economista Agrario PUC. Doctor en Patrimonio Cultural de la U. de Sevilla, España. Académico adjunto de la Facultad de AgronomÃa de la Universidad de Chile. Consultor senior con experiencia en FAO, CEPAL y otros organismos internacionales.