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Artículo #42

Carretera hídrica vs agua desalinizada: El sentido de realidad

Por Tonci Tomic J. NOVIEMBRE DEL 2022

La enorme cantidad de información y opiniones que circulan por las redes sociales y la deslegitimación de ciertos órganos claves de la sociedad, ha determinado que cada uno construya su propia verdad, no la contraste con nada ni nadie y la proclame como si fuera una revelación. En el caso del agua, tenemos varios ejemplos: “No es sequía es saqueo”; “Las paltas son las responsables de la escasez de agua”, “Los derechos de aguas”; “El cambio climático”. Probablemente todas sean parcialmente verdad, pero ninguna es la verdad absoluta. Antiguamente, este “debate” lo zanjaba la dirigencia política, la academia, la iglesia para algunos y/o la prensa. Hoy, en cambio, esa suerte de verdad consensuada es muy difícil de lograr, porque las organizaciones encargadas de hacer tal síntesis -políticos y prensa- están cuestionados y la academia, a ratos, parece más interesada en las consultorías que en los grandes temas nacionales. La carretera hídrica es una de esas verdades parciales. Comencemos por decir que no es un tema nuevo.

Texto destacado

En el caso del agua, tenemos varios ejemplos: “No es sequía es saqueo”; “Las paltas son las responsables de la escasez de agua”, “Los derechos de aguas”; “El cambio climático”.


Ya en el gobierno del presidente Allende, la Dirección General de Aguas había concebido proyectos de este tipo, que abarcaban desde el Maule al Elqui.

Pero, no pasaron de ser buenas (o no tan buenas) ideas. Durante el segundo gobierno de la presidenta Bachelet éramos visitados frecuentemente por promotores de este tipo de proyectos. Puedo recordar un canal que trasvasaría aguas desde la cuenca del Biobío hasta el Elqui, por medio de una tubería submarina que correría paralela a la costa, en el mismo tramo.

¿Por qué estimamos que estos proyectos eran de muy complejo desarrollo? En primer lugar, existe un problema técnico-energético: mover grandes volúmenes de agua por una distancia aproximada de mil km; es un problema que teóricamente se puede resolver, pero que no deja de plantear riesgos en su implementación, en que, además, hay poca experiencia internacional.

En segundo lugar, está el tema político: tomar la decisión de destinar una suma significativa -más de 20 mil millones de dólares- a este tipo de proyectos y no hacerlo a salud, educación o previsión social, por mencionar sólo tres temas sensibles.

En tercer lugar, tenemos el problema económico: no se sabe realmente cuáles son los beneficios y los riesgos de este proyecto; por ejemplo, cuánto será el costo del agua de esta carretera hídrica, en cualquiera de sus versiones.

También la naturaleza nos puede presentar un problema: ¿Qué ocurriría si en los lugares que proveerían el agua, i.e. Biobío, comenzara a bajar la disponibilidad de ésta? Y, por último, hay un problema jurídico: ¿con qué derechos de agua se van a hacer estos trasvasijes? Y un eventual conflicto político, ya que los agricultores de los posibles lugares que proveerían el agua, muy probablemente, se opondrían a esta solución.

Todos los puntos anteriores naturalmente, se pueden analizar y resolver, pero esto se da en un contexto específico que es la geografía de Chile. Un país con una costa extensa, donde la actividad agrícola se desarrolla a una distancia de entre 50 y 100 km de dicha costa, en promedio, y a una altura sobe el nivel del mar -también en promedio- del orden de los 500 metros.

El sentido de realidad

Además, en un país que ha sido descrito como “la Arabia Saudita de la energía solar”, la cual ha venido reduciendo sus costos de manera sostenida (todo indica que seguirá esa tendencia) y de la que los propios agricultores pueden autoabastecerse instalando paneles en sus campos, en suelos de baja calidad agropecuaria.

En consecuencia, el sentido de realidad nos indica que, en las zonas agrícolas de escasez hídrica, esto es básicamente entre las regiones de Atacama y Metropolitana, lo lógico es pensar en la desalación de agua de mar. Esta solución, por razones geográficas y de energía solar se ve muy factible y además la oferta de agua de mar tiene un bajo riesgo de provisión.

El procedimiento es relativamente simple, sobre todo si se lo compara con otras soluciones. Se trata de desalar agua y llevarla (subirla) a algún punto de acumulación (embalses) en la cordillera de la costa, frente a la zona de uso (cuencas de Huasco, Elqui, Limarí, Choapa, Petorca, Ligua y otras) a unos 700 metros sobre el nivel del mar. Esto permitiría tener agua durante todo el día y todos los días (y no solo en las ocho horas de sol) y además se trataría de agua energizada, esto es que el agricultor no necesita energía para regar.

Para imaginar un caso concreto de suficiencia hídrica podemos considerar, con base en el dato anterior, la situación de los valles de La Ligua y Petorca, hoy con una significativa superficie de paltos y cítricos de exportación desde hace mas de 10 años con una severa escasez de lluvias. Se trata de cuencas sobrexplotadas de escorrentía invernal, que no llegan a la cordillera de los Andes; sólo tienen agua en invierno y ello, por supuesto, en los años que llueve. Instalar este sistema les proporcionaría la ventaja de contar con agua de una nueva fuente (el mar), de abastecimiento regular todo el año y en mayor cantidad, lo que les permitiría liberar agua de para otros usos, eventualmente otros cultivos.

Técnicos israelíes estiman que 5 mil MT3 por hectárea de frutales al año son suficientes para un sistema de riego eficiente sin restricciones. Para nuestro país y teniendo en consideración las ineficiencias normales, podrían estimarse como suficientes 6 mil MT3/has/año. Si se consideran mil hectáreas plantadas con frutales en el valle de Petorca y dos mil en el de La Ligua, esto es tres mil has. en total entre ambos valles, se requeriría una capacidad de acumulación de 18 millones de MT3 por año. Si se utilizara el sistema que estamos proponiendo aquí, se debería acondicionar una hondonada natural en la cordillera de la costa frente a estos valles, para acumular ese volumen, e instalar el sistema básico de aducción y distribución.


(*) Sobre el autor:

Tonci Tomic Jakas.

Agrónomo, Economista Agrario PUC. Doctor en Patrimonio Cultural de la U. de Sevilla, España. Académico adjunto de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile. Consultor senior con experiencia en FAO, CEPAL y otros organismos internacionales.