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Artículo #38

Ruta del vino más larga del mundo

Por Pablo Lacoste DICIEMBRE DEL 2020

Así como el gobierno chino ha retomado una tradición ancestral para reactivar sus vínculos con el mundo a través de la Ruta de la Seda, algo parecido ha ocurrido en el Cono Sur de América, con la “Ruta del vino más larga del mundo”. Esta ruta se extiende a lo largo de 1300 km desde La Serena, Región de Coquimbo (Chile) hasta las provincias de San Juan, Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero (Argentina). Los principales medios masivos de comunicación de Argentina y Chile, como Clarín (Buenos Aires) y La Tercera (Santiago) han dedicado extensos artículos para tratar esta novedosa propuesta, que rompe todos los moldes y ofrece un rostro totalmente renovado de los vinos del Cono Sur. La alta visibilidad alcanzada, apenas un mes después de su lanzamiento, es un suceso notable, porque los grandes medios nacionales de comunicación, suelen tener escaso o nulo interés por lo que ocurre en las zonas periféricas. Las provincias y regiones alejadas son invisibles en las grandes capitales y en la opinión pública nacional, salvo en caso de desastres naturales o escándalos políticos.

Texto destacado

La alta visibilidad alcanzada, apenas un mes después de su lanzamiento, es un suceso notable porque los grandes medios de comunicación tienen escaso interés por lo que ocurre en la periferia.


Con esta Ruta del vino más larga del mundo, los viticultores de Argentina y Chile apuestan a mostrar una imagen diferente de los vinos del Cono Sur. Ellos cuestionan la corriente principal de la industria que ha predominado hasta ahora, construida por las grandes empresas de la zona central de Argentina) y el Valle Central de Chile. Allí están los principales establecimientos vitivinícolas de ambos países, que elaboran más del 70% de los vinos y más del 90% de las exportaciones. Allí se sitúan las grandes sociedades anónimas, basadas en el paradigma industrial, con extensos monocultivos de miles de hectáreas en un solo paño, y grandes fábricas de vino, diseñadas para inundar el mercado con productos homogéneos y estandarizados.
Inesperadamente, la Ruta del Vino más larga del mundo rompe esta tendencia y ha colocado a las viñas periféricas y sus vinos naturales en el centro del escenario.
Una diferencia importante es la escala. En la zona central se encuentran las tres empresas principales de cada país, que controlan el 90% del mercado interno en Chile y el 60% en Argentina. En cambio, aquí predominan las PYMES y bodegas familiares.

El diálogo con el paisaje es otra diferencia. En la zona central, las grandes fábricas de vino funcionan como verdaderos enclaves, aislados de su medio sociocultural. Para ellos, lo importante no es el paisaje cultural ni el arraigo territorial, sino las cadenas de comercialización, la publicidad y el marketing. En cambio, en el eje Coquimbo-Santiago del Estero, los emprendimientos vitivinícolas tienen otro diálogo con los paisajes culturales; valoran la antigua arquitectura religiosa, los canales de riego indígenas y la gastronomía tradicional.
El relato histórico ocupa también un lugar importante en esta nueva propuesta. Porque conmemora lo que ocurrió en la década de 1550, en los albores de la colonización española del Cono Sur de América, cuando, siguiendo el curso de los canales de riego y los caminos de los indígenas, sobre todo incas y diaguitas, los europeos se internaron desde La Serena hacia el este y, tras cruzar las formidables montañas de la cordillera de los Andes, don Francisco de Aguirre fundó la ciudad de Santiago del Estero, la más antigua de las ciudades argentinas.

De este modo, en las ignotas tierras de la frontera sur del imperio español, se abrió un camino trasandino para los arrieros, que cruzaron una y otra vez la cordillera con sus mulas para asegurar el comercio y las comunicaciones entre La Serena y Santiago del Estero (ver mapa adjunto). Este vínculo se perfeccionó poco después cuando, en 1556, el padre Juan Cidrón llevó las primeras plantas de vid desde la capital de Coquimbo a Santiago del Estero.
Esta ciudad se convirtió luego en madre de ciudades, pues desde allí se fundaron las demás capitales del Noroeste Argentina; además, desde Santiago del Estero se propagó la vid por toda la región, con lo cual, se activó la cultura de la vid y el vino.

Siguiendo los pasos de Francisco de Aguirre y de Juan Cidrón, y de sus predecesores, incas y diaguitas, los líderes de la Ruta del Vino más larga del mundo han logrado enhebrar la participación de las pymes vitivinícolas, las redes de restaurantes y posadas que se extienden a ambos lados de las montañas, con sus propuestas gastronómicas tradicionales, sus tejidos artesanales y su arquitectura vernácula.
El proyecto se ha abierto camino a partir de la acción conjunta de los actores no estatales y estatales de esta región: cámaras de turismo, gobiernos municipales y provinciales, redes de turoperadores, entidades locales, intelectuales, profesionales y académicos, con la destacada participación de Cristóbal Vergara. A partir de un sueño común, novedosa y muy cargada de contenidos culturales.
Sin embargo, la tradición centralista de ambos países es el obstáculo principal. Las élites de Argentina y Chile tienden a concentrar la inversión pública en Buenos Aires y Santiago, postergando a las provincias del interior. Esta actitud se ha consolidado durante años y ha llevado a concentrar el 40% de la población de ambos países, en sus capitales.
Este proyecto necesita que se termine de construir el corredor trasandino por el paso de Agua Negra para mejorar la integración física entre Coquimbo y el NOA. Tras cincuenta años de incansables gestiones por parte de la sociedad civil de ambas vertientes, el BID aprobó los créditos para construir esa carretera de alta montaña. Pero en las últimas semanas, los gobiernos de Fernández y Piñera anunciaron la postergación de las gestiones. Una vez más, triunfó el centralismo.
La principal fortaleza radica en que esta propuesta es inclusiva, en armonía con los paisajes culturales y las construcciones colectivas de los actores locales. Se trata de un proyecto con fuerte arraigo social y cultural en el territorio, he ahí su mayor legitimidad.