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Artículo #140

Chile: Estado, políticas públicas y desarrollo vitivinícola

Por Tonci Tomic FEBRERO DEL 2022

Además del clima, el suelo y lo aspectos tecnológicos, fundamentales para el desarrollo de la vitivinícola, los países deben diseñar y adoptar políticas que creen las condiciones para el desarrollo de esta actividad. No se puede perder de vista que el vino contiene alcohol, por lo tanto, es inevitable que este sometido a ciertas regulaciones. Se trata, por lo tanto, de crear un ambiente atractivo, desde el punto de vista económico y social, para que se desarrollen las inversiones en este sector.

Texto destacado

El principal desarrollo vitivinícola histórico de Chile, basado fundamentalmente en la herencia de los colonos españoles entre los siglos XVI y XIX, estuvo radicado en la Provincia de Concepción, una reputación que parece explicarse, principalmente, por el menor rendimiento de las vides en su contexto de secano.


El principal desarrollo vitivinícola histórico de Chile, basado fundamentalmente en la herencia de los colonos españoles entre los siglos XVI y XIX, estuvo radicado en la Provincia de Concepción, una reputación que parece explicarse, principalmente, por el menor rendimiento de las vides en su contexto de secano y una larga tradición de vinos campesinos, de misa y asoleados. Sobre esto último, Claudio Gay señaló que, mientras en Chillán la producción de seis vides alcanzaba para elaborar un sólo galón de mosto, en Santiago podían elaborarse seis y en Aconcagua, ocho. Este mayor rendimiento en la zona central se lograba con más riego; en cambio las viñas del sur eran de rulo (Couyoumdjian, 2006).

Las variedades de uvas que se conocían en Chile hasta la primera mitad del siglo XIX y antes de la introducción de las cepas francesas, eran las siguientes: Uva común o del país, uva de San Francisco, uva cristalina blanca, uva Italia blanca, uva rosada común, uva uña de gallo, uva aceituna, uva Italia negra moscatel, uva del Huasco y uva rosada moscatel de Curacaví.

El paradigma francés en Chile.

La creciente incorporación de cepas francesas a la viticultura chilena, determinó que durante la segunda mitad del siglo XIX muchos franceses contribuyeron a la consolidación de la vitivinicultura francesa en Chile central. Fueron contratados por particulares para dirigir los trabajos que requerían las nuevas viñas y, al mismo tiempo, por el Gobierno de Chile que contrató a diversos especialistas en agricultura, en general, y vitivinicultura, en particular. Contribuyó en este proceso, René F. Le Feuvre que, a partir de 1873, no descansó en dar cumplimiento a su lema "hacer de Chile la Francia de América del Sur".

A raíz del temor de la llegada de la filoxera a Chile, Philippi, recomendaba que “ha llegado el momento en que el Supremo Gobierno debe pensar en crear el puesto de un inspector de viñedos o consultor de fitopatología, Con la llegada de Gastón Lavergne en 1897 para hacerse cargo del Laboratorio de Patología Vegetal se dio un nuevo impulso al estudio de las diversas enfermedades que atacaban las viñas. El objetivo era visitar los viñedos del país y detectar si la filoxera había hecho su aparición y proceder a arrancar y quemar las plantas afectadas. Para tal efecto, visitó viñas regadas y de rulo situadas en los alrededores de Talca y en la región de la Cordillera y en la costa. (Briones, 2008)

Se procedió a la creación de un viñedo de vid americana en la Quinta Normal de Agricultura en la ciudad de Santiago, con la finalidad de tener los portainjertos necesarios en caso de que la filoxera llegara a Chile. De igual forma, algunos propietarios de viñas, se preocuparon de tener vid americana, para injertar y salvar las variedades francesas en caso de ser afectadas.

Al respecto, destacamos a René F. Le Feuvre, con la creación de un viñedo de tres hectáreas en el departamento de Quillota, de las cuales una correspondía a variedades americanas (Briones, 2006. Esto motivó la investigación e innovación en el uso de patrones resistentes y se comienzan a abandonar los sistemas en base a pie franco, tradicionalmente utilizados, por sistemas de portainjertos, en base a parientes mas rústico de la vitis vinifera, como son la vitis riparia y vitis rupestri.

Desde el punto de vista vitivinícola en la segunda mitad del siglo XIX, Chile se dividió en dos: la región vitícola central que se localizaba entre los ríos Aconcagua por el norte y Maule por el sur, donde predominaban las viñas francesas, y la región vitícola del sur entre los ríos Maule por el norte y Bío-Bío por el sur, dedicada principalmente al cultivo de la cepa país. Es decir, por un lado una vitivinicultura empleando tecnología de punta, modificando el paisaje con las nuevas plantaciones, sistemas de riegos, sus bodegas, grandes casas y parques; por otro lado, viñas de rulo o secano que no vieron alterada su forma tradicional. Situación que en la actualidad está cambiando, pues en los valles del Itata y del Bío-Bío se han plantado viñas de variedades francesas con excelentes resultados en la calidad del producto.

Por otra parte, las casas comerciales comenzaron a importar maquinaria vitivinícola y toneles de Francia y Estados Unidos debido a los requerimientos de los enólogos y técnicos franceses recién contratados por las grandes viñas, incentivando algunos años más tarde la fabricación en el país de alambiques y filtros en la Calderería Nacional y en la Fundición Las Rosas. Otro factor importante fue la creación de la Fábrica Nacional de Vidrios, como “Vidrierías Chile”, pues permitió fabricar botellas y otros envases de vidrio en Chile. También se desarrollo una industria de toneles, además de su fabricación artesanal, se trata de “Tonelería Nacional” que opera hasta la actualidad, exportando barricas incluso al resto del mundo. Siendo esta base de una suerte de “cluster” vitivinícola. Actualmente, se ha comenzado a avanzar en la producción de plantas de calidad, y el desarrollo y uso de clones de diversos tipos de cepajes.

Los tiempos modernos.

En la década de 1980, el contexto económico de Chile se orientó a la consolidación de un sistema de libre mercado y a la internacionalización de su economía, lo cual significó, entre otras cosas, la liberalización de los precios y el impulso a la apertura comercial multilateral, generando un reacomodo de la economía nacional, basada en sus ventajas comparativas y competitivas. Por lo tanto, se fue especializado en aquellos rubros para los cuales el país presentaba ventajas, que, en el agro, fue sin dudas, su condición de clima mediterráneo, en la zona central del país, evidenciado así su gran potencial vitivinícola.

Esto cambió radicalmente la realidad de la vitivinicultura chilena que estuvo estancada por más de medio siglo, hasta 1984, derivado en buena parte de una política basada en un control sobre la producción de alcoholes, por su nocividad para la salud de la población, que incluso llego a congelar por ley, la superficie plantada de viñas, ley que fue drogada en 1974 (Mora et Al, 2014).

En 1985 se aprueba un nuevo marco regulatorio, ley Nº 18.445 del Ministerio de Agricultura que fija normas sobre producción, elaboración y comercialización de alcoholes etílicos, bebidas alcohólicas y vinagres, y deroga libro I de la ley N° 17.105; lo cual que resultaba más motivante y atractivo para los empresarios invertir en el sector.

En este contexto, en 1979, se avecindó en Chile la destacada bodega española de fama mundial, Miguel Torres, que contribuyó a un gran desarrollo en la industria vitivinícola nacional, incorporando nueva tecnología, que en particular provocó cambios radicales en los procesos de enología, lo cual repercutió de manera decisiva en la fase vitícola y, muy especialmente, en destacar las cualidades específicas de cada cepa.

También muchas de las grandes empresas vitivinícola de Chile, entraron a cotizar en la bolsa de valores, este proceso contribuyó a proyectar en otro escenario a la industria, profesionalizado al rubro en todos sus niveles, incorporado nuevas estrategia y técnicas de marketing. Esta trasformación de las grandes empresas como Viña Concha y Toro, Viña San Pedro y Viña Santa Rita, sin dudas generaron impactos en toda la vitivinicultora nacional.

En relación a la demanda, cuando un consumidor, compra un determinado producto y le gusta, naturalmente espera cuando el en futuro adquiera nuevamente, este producto sea idéntico (o mejor que el primero) por ejemplo, los perfumes. Sin embargo, en el vino, dado que es producto biológico, no es tan fácil obtener la homogeneidad, como se puede lograra en un perfume.

La calve para enfrentar este tema, fue el desarrollo de vinos varietales, efectivamente no se puede garantizar que dos botellas de vinos de las misma marca y cepa, sean idénticos el año 2012 y el año 2020. Pero sí se puede garantizar, que ambas botellas, el vino conserve las características fundamentales, de la variedad que se ha utilizado para su producción.

Chile ha mantenido estable su superficie de viñedos en torno a las 135 mil hectáreas y como se puede apreciar, las variedades con mayor relevancia son aquellas que el mercado demanda en mayor medida. encabezada por cabernet sauvignon.

En cuanto a las exportaciones de vino, Chile ha tenido una evolución bastante positiva en el tiempo, no obstante, de no tener una gran superficie plantada. Muy por debajo de los tres grandes europeos, (España 966 mil has) incluso de la vecina Argentina (215 mil has). Actualmente, Chile es el primer exportador de vinos del nuevo mundo y cuarto exportador mundial de vinos, siendo superado sólo por países europeos de vasta trayectoria en materias vitivinícolas, como Francia, España e Italia.

El vino ha tenido un fuerte incremento en el comercio mundial y por lo tanto en el consumo. En el año 2000 se comercializaban del orden de 12 mil millones de Hl, en la actualidad esta cifra ha superado os 100 mil millones de hectolitros. Esto, Chile lo ha sabido aprovechar muy bien, insertándose en este mercado, lo que implica no solo producir uvas y vino de calidad si no que además contar con toda una logística, para poder navegar de manera efectiva en estos mercados.

En los últimos años, los vitivinicultores chilenos, han privilegiado una estrategia, que les permita salir del tramo del vino “bueno y barato”, para encaminarse a ser reconocido como un productor de buenos vinos de alta calidad, lo que comienza a reflejarse, al comparar la evolución del volumen de vino exportado y el valor de las exportaciones. Habida cuanta las distorsiones del mercado, como causas del Covid-19. En este contexto un elemento muy significativo ha sido la de establecer Denominaciones de Origen (territorial) para el vino producido en el país, lo cual ha crecido muy rápidamente.

La Estrategia hacia el 2025, para la agrupación que reúne a los viñedos mas importante del país, “Vinos de Chile” (Wines of Chile), tiene como objetivo central lograr que el sector vitivinícola chileno alcance una mayor participación de mercado y desarrolle un posicionamiento de vinos premium, diversos y sustentables en el contexto mundial. Con foco en seis mercados prioritarios: Brasil, Canadá, Chile, China, Estados Unidos y Reino Unido, los esfuerzos y la planificación realizada, apuntan a emplazar el valor de nuestros vinos por sobre los 60 dólares FOB. Esto significa crecer a una tasa del 3,6% anual en el volumen exportado y en un 6% el valor de las exportaciones.

En la actualidad en chile hay desarrollo vitivinícola, en prácticamente todos los valles de la zona central del país. Se han instalado prestigiosos empresarios internacionales y casa con tradición mundial en la materia. Algunos ejemplos corresponden a la ya mencionada casa Miguel Torres; la viña Reserva de Caliboro del italiano Francesco Marone; viña Apaltagua del armenio-estadounidense Edward Tutunjian; Viña Lapostolle, fundada por Alexandra Marnier-Lapostolle en 1994, entre otras.


Fuentes:

 Briones. Felix. “Misiones de estudio y vitivinicultura chilena: 1875-1900”, TIEMPO Y ESPACIO, Año 17 Vol, 20 / 2008, Pág. 61-76 Depto. Ciencias Sociales, Escuela de Historia y Geografía Universidad del Bío-Bío.
 Briones, Felix. “Los inmigrantes franceses y la viticultura en Chile: El caso de René F. Le Feuvre”. Revista Universum Nº 21 Vol.2:126-136, 2006.
 Couyoumdjian, “Vinos en Chile desde la independencia hasta el fin de la belle époque”, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Historia No 39, Vol. I, enero-junio 2006: 23-64.
 Mora et al. “El Gran Crecimiento de la Industria Vitivinícola Chilena” en La Economía del Vino en Espala y el Mundo, CAJAMAR Caja Rural, España 2014.


(*) Tonci Tomic es Agrónomo, Economista Agrario PUC, UC Berkeley y U. Stanford. Doctor en Patrimonio Cultural U. de Sevilla, España. Profesor de la U. de Chile, Consultor con experiencia en FAO y otros organismos internacionales.