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Artículo #110

Apalta y los viñedos ancestrales del Semillón

Por Gonzalo Rojas A. JUNIO DEL 2021

Si bien los antecedentes de la vitivinicultura en el Valle de Apalta aparecen un tanto difusos en los documentos históricos, sí hay conocimiento acerca de la existencia de cepajes criollos tales como País y Moscatel para la elaboración de vinos corrientes hacia finales del período colonial. En efecto, a la fecha se han logrado identificar registros de producción de estas variedades en un número significativo de haciendas cercanas, las que, tras su transformación espacial de la propiedad, fueron dando origen a la Provincia de Colchagua tal y como la conocemos en la actualidad.

Texto destacado

El material original que reside en los viñedos de semillón en Apalta goza de una notable adaptación al medio geográfico, constituyendo un viñedo ancestral desde donde se han originado los nuevos replantes que se observan en la actualidad, manteniendo el material genético original de las selecciones masales por medio de sus respectivos clones de replantación, lo que generalmente se ha realizado a través de mugrones o estacas de poda.


Testimonio de esta época son los antiguos ejemplares de estas cepas que aún existen en Apalta, a partir de las cuáles aún se mantiene un importante registro histórico presente tanto en la memoria de sus habitantes, como así también en la literatura oral del lugar, representado a través de relatos testimoniales, crónicas familiares y leyendas campesinas asociadas a la cultura local.

Sin embargo, no fue sino hasta principios del siglo XX en que el Valle de Apalta experimentaría las importantes transformaciones que le han conferido buena parte de su actual fisonomía, tales como la edificación de las antiguas casonas patronales, la subdivisión de los antiguos latifundios y por supuesto, la incorporación de la vitivinicultura francesa, representada en su mayor parte por variedades bordelesas en el lugar, entre las que destacan el Cabernet Sauvignon para los vinos tintos y el Semillón para los blancos.

Con relación a esta última, cabe destacar que los ejemplares de cultivares de Semillón que aún existen en las zonas más antiguas del viñedo de Apalta tienen una edad estimativa de alrededor de sesenta o setenta años, según los viticultores del lugar, quiénes la han cultiva desde su niñez, y en algunos casos fueron cultivadas por sus padres y abuelos en épocas pasadas, dejando un recuerdo de dichas labores en la memoria de sus descendientes.

En este contexto, la llegada de estas variedades francesas, entre ellas el semillón, tuvo lugar en una época comprendida entre fines del siglo XIX e inicios del Siglo XX, en el marco de lo que varios autores han denominado como el “La incorporación del Paradigma Vitivinícola francés”, fenómeno cultural que trajo consigo a un conjunto de transformaciones en el ámbito vitivinícola, tales como un cambio radical en los sistemas de manejo y cultivo de los viñedos, sustituyendo no sólo las antiguas variedades mediterráneas traídas por los colonos españoles durante la Época Colonial, sino además el sistema de plantación, pasando desde el cultivo en vaso o ”Cabeza” a la espaldera, como así también incorporó el riego cada vez más tecnificado y racional de los viñedos.

Asimismo, este cambio sustancial de paradigma posibilitó la construcción de nuevas bodegas de vinificación, basadas en la tradición de la tonelería bordelesa, las que a su vez sustituyeron a los antiguos lagares de cuero y de ladrillo, propios de la Colonia.

Esta nueva tecnología generó a su vez los denominados “vinos tipo burdeos’, los que rápidamente sustituyeron a sus antiguos antecesores en el comercio local, destacando el “burdeos tintos “elaborado a base de Cabernet Sauvignon y el “Burdeos Blanco”, a base de Semillón.

Sobre este último punto, es necesario precisar que con regularidad, desde fines del siglo XIX, se solía cultivar una mezcla de variedades en el viñedo, tomando normalmente el nombre de la variedad principal, sin embargo, comprobándose la existencia de varias otras cepas afines que solían complementar el vino principal. Por ejemplo, es común encontrar en antiguos viñedos de Cabernet Sauvignon en compañía de cepajes de Cabernet Franc, Grand Vidure (Carmenere) y Côt (Malbec), cepas bordelesas que se vinificaban en conjunto con la principal, produciendo una co-fermentación de las variedades.

Este hecho es similar para el caso de los blancos, lo que explica la existencia de otras variedades blancas en compañía del semillón, la que, como cepaje principal, suele estar acompañada de algunos cultivares de Sauvignon Blanc, Sauvignon Vert e inclusive algunas cepas de moscatel o bien de torontel, las que en definitiva terminan en el mismo estanque de fermentación que la cepa principal.

La incorporación de este nuevo paradigma vitivinícola cambió de manera decisiva la fisonomía del viñedo chileno en términos generales, y en particular lo hizo en el sector de Apalta, el que hacia mediados del siglo XX tuvo un importante reconocimiento como productor de vinos de calidad, los que se comerciaban principalmente a granel en barriles de roble americano o francés, los que eran llevados en carretas y en tren hasta los principales centros de venta para la época, Rancagua, Valparaíso y Santiago.

De este período queda el testimonio de las antiguas bodegas de Apalta, tales como la Bodega de la antigua Cooperativa de Apalta, la que llegó a reunir a más de veinte pequeños viticultores, cuya fruta era fermentada en fudres de robre chileno para luego ser vendida en barricas, a intermediarios que finalmente la iban fraccionando en unidades más pequeñas, las iban desde las denominadas “damajuanas” (botellones de 15 litros), los “chuicos” (diez litros) y las populares “garrafas” de cinco litros. Estos vinos eran vendidos normalmente en el comercio formal, en restaurantes de la zona y asimismo en las festividades populares de aquellos años, tales como las fiestas de las vendimias y las fiestas patrias.

Poco de este mundo vitícola había cambiado durante la primera mitad del siglo XX. No fue sino hasta los tiempos de la Reforma Agraria que los cambios se tornarían más ostensibles y significativos.

De esta manera, tras los procesos de reconfiguración de la propiedad de la tierra, los antiguos latifundios darían paso a las pequeñas parcelas agrícolas tal como las conocemos en la actualidad, de manera que ha sido esta pequeña propiedad agrícola la que ha dado continuidad a la existencia de los viñedos ancestrales de semillón en Apalta, entre los cuales destaca el viñedo de la familia Quijadas, origen del famoso vino que elabora Vina Carmen al interior de su línea especial de vinos denominada D.O. (“Diversos orígenes”).

Hacia finales de la década de 1960, la familia Quijadas, liderada por el fallecido señor don Juan Quijadas, obtuvo por parte de la Corporación para la Reforma Agraria (CORA) un predio de alrededor de 6 hectáreas, plantados con variedades bordelesas, entre ellas Semillón. Habiendo sido antiguamente trabajadores del fundo El Cóndor de Apalta, propiedad de la familia Fernández, los Quijadas conocían en trabajo de cultivar el viñedo.

De esta manera, se hizo cargo junto a sus tres hijos de mantener esta actividad económica y cultural que les ha permitido subsistir por décadas, manteniendo un importante ingreso adicional como familia, como, asimismo, les ha permitido mantener viva la tradición del vino. En la actualidad y tras la muerte de don Juan Quijadas, sus hijos Juan, Aliro y Juana se dedican al cultivo de la uva, la que es vendida cada año a Vina Carmen para elaborar vinos de calidad.

La antigua bodega cooperativa de Apalta fue vendida hace una década a inversionistas extranjeros, los que la transformaron en Viña Apaltagua, de modo que la familia ya no elabora vinos, sino que está dedicada al cultivo de uvas de calidad.